martes, 22 de noviembre de 2011

Lectura: ¿Qué es la ciencia?

Longo habla de las características principales del método científico. Para ello primero se establece la idea que tiene Schumpeter de lo que es la ciencia: “cualquier tipo de conocimiento que haya sido objeto de esfuerzos conscientes para perfeccionarlo. Estos esfuerzos producen hábitos mentales –métodos y técnicas- y un dominio de los hechos descubiertos por esas técnicas”. Pero esta definición parece no gustar mucho a Longo, por lo que intenta analizar la ciencia o conocimiento científico para llegar a conclusiones más claras. Para el autor el método científico tiene tres características esenciales: Describe la realidad e intenta explicarla, la explicación que la ciencia trata de hacer de la realidad debe llevarse a cabo sin elementos externos y el conocimiento es una parte de la actividad humana.

Longo también habla de  dos diferencias fundamentales entre conocimiento y praxis. Dice que los resultados obtenidos por el conocimiento deben medirse por su adecuación a la realidad. Además, la praxis se debe ejercer de forma colectiva, mientras que la actividad cognoscitiva debe ser una actividad individual.

lunes, 21 de noviembre de 2011

                                            

Los desahucios


Por culpa de la crisis económica que nos golpea ha surgido en nuestra sociedad un fenómeno que cada vez afecta a más familias y que la mayoría de los ciudadanos vemos como algo trágico e injusto, pero realmente no hay un clamor en la sociedad para tomar medidas al respecto y conseguir que se tomen medidas para evitar esta situación imponiendo por ejemplo la dación en pago, es decir, que la entrega del piso sea suficiente para acabar con la deuda hipotecaria de las familias que no pueden pagar la hipoteca de su casa por culpa de la pérdida de su puesto de trabajo, lo que parece bastante lógico, aunque parece ser que esta solución no ha querido ser tomada por los partidos políticos hasta ahora en mi opinión porque están atados de pies y manos, ya que ellos mismos deben grandes sumas de dinero a varios bancos y creo que tienen miedo a que se les reclamen estas cantidades, por lo que se sigue permitiendo que incluso familias que tienen hijos se queden en la calle.

Entiendo también, a pesar de lo que he dicho hasta ahora, que los bancos en función de los contratos hipotecarios que hemos firmado y las cláusulas que contienen pueden ejecutar estos desahucios con la ley en la mano pero creo que es cuestión de humanidad, ya que nuestra Constitución contiene el derecho fundamental a una vivienda digna y no debería ser objeto de la especulación que toda la sociedad hemos permitido, además de que los ciudadanos no tienen culpa de perder su trabajo por culpa de una crisis que se ha producido en el ámbito de una especulación financiera a nivel mundial.

viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Debemos salvar a los bancos?

Los estados europeos se han gastado 5,3 billones de dólares en salvar a los bancos. Esta cifra es más de cuatro veces el gasto público en educación y sanidad de todos los países de la Unión Europea, lo cual es una desvergüenza lo miremos desde una ideología u otra.
Las entidades bancarias europeas obtienen grandes beneficios gracias a que el Banco Central Europeo les presta al 1% de comisión un dinero que después dedican a la compra de deuda griega, española, irlandesa o portuguesa con rendimientos entre el 5% y 21%.
Durante la crisis, los bancos se han dedicado a conceder préstamos a personas que tenían muchas dificultades para poder hacer frente a esos pagos y que además ganaban sueldos bastante bajos y no tenían un trabajo estable.
A partir de estos datos objetivos pretendo exponer mi opinión, y creo q no es cuestión baladí dar datos como estos porque hablan de la forma irresponsable que han tenido los bancos en los últimos años de actuar para ganar dinero sin pensar en las consecuencias futuras, si bien ahora podemos atender en parte su actitud porque a pesar de que ellos han sido los irresponsables no han pagado al final las consecuencias derivadas de sus actos.
En estos momentos, cuando cada vez más familias no pueden ejecutar el pago de sus hipotecas, los bancos no hacen frente a esos impagos y asumen la culpa de su irresponsabilidad, sino que dejan en la calle a millones de familias, que aunque también tienen parte de la culpa, podemos entender que hayan pedido préstamos para mejorar sus condiciones de vida y tener una casa, coches, etc.
Creo que ante esta situación los estados europeos deberían obligar a los bancos a condonar esas deudas de las familias que no puedan hacer frente al pago de sus hipotecas a cambio de todo el dinero que los Estados les han dado y les seguirán dando, ya que al final esas cantidades astronómicas han salido de los bolsillos de todos los ciudadanos europeos.

Creo que ante esta situación los estados europeos deberían obligar a los bancos a condonar esas deudas de las familias que no puedan hacer frente al pago de sus hipotecas a cambio de todo el dinero que los Estados les han dado y les seguirán dando, ya que al final esas cantidades astronómicas han salido de los bolsillos de todos los ciudadanos europeos.
En cuanto a las pérdidas económicas que han tenido los bancos por la compra de deuda griega, portuguesa, irlandesa, etc., creo que esas pérdidas las deben asumir en su totalidad los bancos, ya que durante muchos años se han beneficiado de esas inversiones y han obtenido una alta rentabilidad que no ha repercutido en un beneficio económico para los estados europeos, por lo que en estos momentos, cuando hay pérdidas, también los bancos deben asumirlas, ya que en mi opinión hay que estar para las buenas y para las malas, no solo pretendiendo obtener beneficio económico a pesar de haber actuado con avaricia y ahora no queriendo asumir su responsabilidad pidiendo ayuda a los estados por las pérdidas de dinero de los ahorradores que depositan sus fondos en estos bancos, los cuales no tienen culpa de nada y a menudo no saben que su dinero se invierte con unos riesgos excesivos.




sábado, 5 de noviembre de 2011

¿Hemos entrado en una nueva era?

La disminución del peso del dólar, la desintegración de los sueños europeos, la carrera armamentística en Asia y la parálisis de la ONU son indicadores de cambio que anuncian que hemos cruzado una línea divisoria histórica
Un parteaguas es una línea divisoria de aguas, un límite entre dos zonas en las que las aguas caen en direcciones opuestas. La palabra puede emplearse también para describir un fenómeno histórico y político: un hito, un momento trascendental, el instante en el que las actividades y circunstancias humanas atraviesan la línea divisoria que separa una época de la siguiente. Mientras ocurre, son muy pocos los contemporáneos que se dan cuenta de que han entrado en una nueva era, a no ser, claro está, que el mundo esté saliendo de una guerra cataclísmica, como las de Napoleón o la II Guerra Mundial. Pero esas transformaciones históricas tan bruscas no son el objeto de este artículo. Lo que nos interesa aquí es la lenta acumulación de fuerzas transformadoras, en su mayor parte invisibles, casi siempre impredecibles, que, tarde o temprano, acaban convirtiendo una época en otra distinta. Nadie que viviera en 1480 podía reconocer el mundo de 1530, 50 años después; un mundo de naciones-estado, la ruptura de la cristiandad, la expansión europea hacia Asia y las Américas, la revolución de Gutenberg en las comunicaciones. Tal vez fue la mayor línea divisoria histórica de todos los tiempos, al menos en Occidente.
Existen otros ejemplos, por supuesto. Cualquiera que viviera en Inglaterra en 1750, antes de que se generalizase el uso de la máquina de vapor, se habría quedado estupefacto al ver sus usos 50 años después: ¡había llegado la Revolución Industrial! En ocasiones, las transformaciones entre una era y otra son incluso más rápidas, como ocurrió con el épico periodo entre 1919 y 1939. A principios de los años treinta, la democracia estaba desgastada, y la economía mundial, en descomposición, pero ¿quién podía imaginar que eso iba a desembocar en guerra y holocaustos?
¿Y qué ocurre hoy? Muchos periodistas y expertos en tecnología destacan con entusiasmo la actual revolución en las telecomunicaciones -teléfonos móviles, iPad y otros artilugios- y sus consecuencias para los Estados y los pueblos, para las autoridades tradicionales y los nuevos movimientos de liberación. De ello hay pruebas evidentes, por ejemplo, en todo Oriente Próximo e incluso en el movimiento Occupy Wall Street, aunque habría que preguntarse si alguno de los profetas de las altas tecnologías que proclaman la nueva era en la política internacional se ha molestado jamás en estudiar las repercusiones de la imprenta de Gutenberg o las charlas radiofónicas de Roosevelt que oían decenas de millones de estadounidenses en los inquietantes años treinta y primeros cuarenta del siglo pasado.
Cada era está fascinada por sus propias revoluciones tecnológicas, de modo que voy a centrarme en algo bastante distinto: los indicadores de cambio que señalan que estamos acercándonos -o tal vez incluso las hayamos cruzado- a ciertas líneas divisorias históricas en el duro mundo de la economía y la política.
El primer indicador es la erosión constante del dólar estadounidense como divisa única o dominante de reserva en el mundo. Quedaron atrás los tiempos en los que el 85% o más de las reservas de divisas internacionales consistían en billetes verdes; las estadísticas fluctúan enormemente, pero la cifra actual se aproxima más al 60%. Pese a los problemas económicos de Europa e incluso China, ya no resulta fantasioso imaginar un mundo en el que haya tres grandes divisas de reserva -el dólar, el euro y el yuan-, con algunas alternativas menores como la libra esterlina, el franco suizo y el yen japonés. La idea de que la gente va a seguir acudiendo al dólar como "refugio" no se sostiene al ver que el país está cada vez más endeudado con acreedores extranjeros. Ahora bien, un mundo con varias divisas de reserva, ¿ofrecerá más o menos estabilidad financiera?
La segunda transformación es la erosión y la parálisis del proyecto europeo, es decir, el sueño de Jean Monnet y Robert Schuman de que las heterogéneas naciones-Estado de Europa se unieran en un firme proceso de integración comercial y fiscal, primero, y luego mediante una serie de compromisos serios e irreversibles de trabajar para un continente políticamente unido. Las instituciones encargadas de hacer realidad ese sueño -el Parlamento Europeo, la Comisión, el Tribunal de Justicia- ya existen, pero la voluntad política de darles auténtica vida se ha desvanecido, tristemente debilitada por el mero hecho de que unas políticas fiscales nacionales muy diferentes son incompatibles con la divisa europea común. Para decirlo claro, Alemania y Grecia, con sus respectivos historiales presupuestarios, no pueden ir juntas hacia unos Estados Unidos de Europa; pero nadie parece tener la respuesta a esta dicotomía, salvo para empapelar las grietas con más eurobonos y préstamos del FMI.
En otras palabras, los europeos no tienen ni el tiempo, ni la energía, ni los recursos para dedicarse a nada que no sean sus propios problemas. Eso significa que existen muy pocos observadores en el continente que hayan estudiado la que podría ser la tercera gran transformación de nuestros días: la enorme carrera de armamentos que está desarrollándose en la mayor parte del este y el sur de Asia. Mientras los Ejércitos europeos están convirtiéndose en una especie de gendarmerías locales, los Gobiernos asiáticos están construyendo armadas para navegar en aguas profundas y nuevas bases militares, adquiriendo aviones cada vez más avanzados y probando misiles de alcance cada vez mayor. Los escasos debates que hay se centran en el refuerzo militar de China, pero mucho menos en el hecho de que Japón, Corea del Sur, Indonesia, India e incluso Australia están imitando su ejemplo. Si la desaceleración del crecimiento económico, los daños al medio ambiente y el desgaste del tejido social en China empujan a sus futuros dirigentes a hacer demostraciones de fuerza en el extranjero -por ahora, la verdad, sus líderes son muy cautelosos-, sus vecinos están preparándose para responder con firmeza. ¿Alguien en Bruselas sabe -o le importa- que 500 años de historia, que representan el mundo de 1500, están a punto de terminarse? Asia se dispone a dar un paso al frente en el escenario, mientras que Europa se convierte en un coro distante. ¿No será este fenómeno, para los historiadores futuros, otra línea divisoria de inmensa importancia en los asuntos internacionales?
El cuarto cambio es, por desgracia, la lenta, firme y creciente decrepitud de Naciones Unidas, en especial de su órgano más importante, el Consejo de Seguridad. La Carta de la ONU se redactó con sumo cuidado para ayudar a que la familia de las naciones disfrutara de paz y prosperidad después de los terribles males del periodo 1937-1945. Pero la Carta era un riesgo calculado: al reconocer que las grandes potencias de 1945 tenían derecho a que se les concediera un papel desproporcionado (como el veto y el sitio permanente en el Consejo), los redactores, sin embargo, confiaban en que los cinco Gobiernos supieran trabajar juntos para hacer realidad los altos ideales de la institución mundial. La guerra fría echó por tierra esas esperanzas, y la caída de la URSS las revivió, pero ahora están volviendo a desaparecer por el cínico abuso del poder de veto. Cuando China y Rusia vetan cualquier medida para impedir que el repugnante régimen sirio de El Assad siga matando a sus propios ciudadanos, y cuando Estados Unidos veta cualquier resolución para detener el avance de Israel en tierras palestinas, la organización mundial pierde su razón de ser. Y da la impresión de que a Moscú, Pekín y Washington les parece bien.
Hemos visto la disminución del peso del dólar, la desintegración de los sueños europeos, la carrera armamentística en Asia y la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU cada vez que se amenaza con un veto; ¿acaso no indican todas estas cosas que estamos entrando en terreno desconocido, en un mundo agitado, y que, en comparación con él, la visible alegría de los clientes que salen de una tienda Apple con un dispositivo nuevo resulta, no sé, tonta y sin importancia? Es como si estuviéramos de nuevo en 1500, saliendo de la Edad Media hacia el mundo moderno, cuando las multitudes se maravillaban ante cualquier arco nuevo, más grande y más poderoso. ¿No deberíamos tomarnos nuestro mundo un poco más en serio?

Comentario:
A pesar de que como dice el texto no hemos vivido un acontecimiento cataclísmico que claramente nos haga pensar que estamos ante un cambio radical del mundo en el que vivimos si hay una serie de indicadores económicos con cambios a nivel mundial que nos hace pensar que Europa y Estados Unidos no van a poder mantener el Bienestar que han tenido hasta ahora y el peso geopolítico poco a poco se está repartiendo también hacia otras zonas del mundo como el sudeste asiático.
Por lo tanto,  se nos plantea un reto difícil de afrontar: Intentar evitar esos cambios y mantener la hegemonía afrontando los cambios necesarios en el sistema capitalista para evitar su caída sin llegar además a ninguna Guerra Mundial como ya nos ocurrió en la primera mitad del siglo XX. En caso contrario, podemos ser esta generación de jóvenes los que veamos como nuestro nivel de vida cae drásticamente en relación al de alguna generación anterior.
Este inicio de cambio de ciclo en la economía y política a nivel mundial lo podemos ver claramente en el fin del dólar como divisa única y como reserva de divisas internacionales.
En Europa estamos viendo como el llamado “sueño europeo” parece desintegrarse por momentos, ya que tras las enormes dificultades que está pasando Europa tras la adopción del Euro como moneda única parece poco probable una integración comercial y fiscal entre países tan diferentes como Alemania y Grecia y por lo tanto jamás llegaremos a los Estados Unidos de Europa.
Por el contrario, en el sudeste asiático, muchos países están iniciando una carrera de armamentos y cada vez tienen más peso en la economía mundial, lo que hace presagiar que su importancia seguirá aumentando durante las próximas décadas y aún no sabemos donde está su límite de crecimiento, ya que muchos de sus ciudadanos siguen sumidos en condiciones de vida infrahumanas y parece que algún día esta situación tiene que cambiar, ya que dentro de poco previsiblemente esos ciudadanos pedirán derechos políticos y sociales para poder vivir en unas mejores condiciones, lo que seguramente limitará el crecimiento de sus Estados.
Otro de los indicadores de cambio que nombra el artículo es la pérdida de importancia de las Naciones Unidas, ya que sus miembros con derecho a veto bloquean cualquier posible acuerdo a nivel mundial para mejorar algunas situaciones injustas que se producen en un mundo cada vez más desigual.
Además de las reflexiones que hace el artículo sobre las causas de la pérdida de peso de poder de Estados Unidos y Europa a nivel mundial me gustaría añadir otros factores que a mi juicio son claves para haber llegado a esta situación a nivel mundial:
¿Acaso es justo que cuando la ley supuestamente dice que la actividad empresarial debe quedar fuera del sector público en países como Francia e Italia todavía se sigan comprando empresas públicas a otros estados europeos sin recibir sanción alguna?
En mi opinión estas asimetrías están en la base de unas desigualdades dentro del mismo continente europeo que hacen que cada Estado europeo busque satisfacer sus propios intereses y por lo tanto sea imposible mantener una Europa fuerte.
Otra de las claves de esa pérdida de poder es la permisividad que se está dejando permitiendo que algunos estados creen empresas financieras (fondos soberanos), con los que invierten en Bolsa y ganan dinero aprovechando la crisis económica, ya que compran valores bursátiles a precios muy inferiores a su valor real aprovechando la necesidad de financiación que tienen en estos momentos muchos Estados. Ante esta situación se nos presentan dos posibles situaciones: o contraatacamos con las mismas armas creando también esos fondos soberanos o prohibimos que las empresas privatizadas sean vendidas a esos fondos que no se rigen por las leyes del mercado y aprovechan la debilidad de muchos países, lo que en mi opinión es de oportunistas y por lo tanto es intolerable.